¿Peatones v/s Ciclistas?

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Los medios de comunicación masiva, han sido muy eficaces en instalar una pugna entre peatones y ciclistas, excluyendo completamente a los autos de la ecuación. Era de esperarse, si consideramos que más del 50% de la publicidad en los diarios tradicionales, especialmente el fin de semana, corresponde a autos. Lo que es menos comprensible es que muchos hayan pisado el palito tan fácil. No vamos a desconocer que los ciclistas de vereda son un dolor de cabeza en Providencia, pero claramente la raíz del problema está en otro lado. 

En Chile mueren al año cerca de 1.500 personas en accidentes de tránsito, de los cuales un promedio de 712 corresponden a peatones atropellados por autos –casi la mitad-. Hasta la fecha, que se sepa, no ha muerto ningún peatón arrollado por un ciclista. Eso no valida que los ciclistas usen las veredas, está claro, pero si nos preocupa nuestra seguridad al desplazarnos, debiésemos estar unidos y enfocarnos en exigir una rebaja de la velocidad máxima, con la que podamos convivir distintos medios. Una persona atropellada a 30 km/h, tiene un 95% de probabilidades de sobrevivir. A 60, en cambio, sus opciones se reducen a un 15%. Hasta el 2001, en Santiago la máxima urbana era de 50 km/h. Luego subió a 60, con excepciones que permiten llegar a 70 –Eliodoro Yañez, por ejemplo-. Un peatón acérrimo e individualista podrá decir que los autos no van por la vereda, pero lo cierto es que en las última semanas hemos visto una serie de accidentes, con consecuencias fatales, donde conductores a exceso de velocidad han perdido el control, subiéndose a la vereda o ciclovía. ¿Les importa esto a los ‘peatones furiosos’, o su rabia es sólo contra los ciclistas? ¿Vamos a seguir aceptando estas muertes como una consecuencia natural del tráfico, mientras nos peleamos las sobras?

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El problema central es que nuestra ciudad se ha desarrollado en función del automóvil privado, siendo la principal herramienta para favorecer la segregación y desigualdad urbana. Resulta que del total de los viajes en Santiago, sólo 22% se realiza en auto, mientras la bicicleta y la caminata, juntas, alcanzan el 40%. Sin embargo, cada día perdemos terreno en la ciudad y terminamos peleando por míseras veredas o ciclovías en mal estado, mientras asistimos impávidos a la construcción de una autopista urbana (Autopista Vespucio Oriente) que costará 950 millones de dólares, para beneficiar al 30% más rico de la población -que son los que tienen auto-. Con ese presupuesto, por poner un ejemplo, se podrían construir algo así como 66.000 kilómetros de ciclobandas por la calle, lo que equivale más o menos a 25 veces la trama vial de Santiago.

En 2011, la UDI intentó presentar un proyecto de ley que obligaba a las bicicletas a circular por las veredas, cuando no hubiese una ciclovía. Yo formé parte del grupo que redactó una carta y la llevó a la sede del partido, en una cicletada, para oponernos. Un par de días después, el proyecto fue retirado en una conferencia de prensa. En ese momento, las organizaciones ciclistas fueron claras en defender los espacios, validar a los ciclistas en la calle y reconocer la exclusividad peatonal de las aceras. Si bien los peatones organizados y furiosos no existían, nosotros defendimos sus derechos, porque todos somos peatones. 

Hoy nos enfrentamos a un nuevo desafío, el de repensar y promover un nuevo paradigma de movilidad, enfocado ya no en el flujo vehicular, sino en la comodidad y seguridad de las personas al moverse por la ciudad. Les pregunto entonces, a los amigos peatones, ¿nos acompañan en esta? Porque juntos somos muchos más que los que se han tomado la calle por años, y que han intentado dividirnos para salir libres de culpa. Si se animan, los esperamos en la próxima sesión de Muévete Santiago, donde nos juntamos a debatir la ciudad que queremos.

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